La increíble historia del
ingeniero Ricardo de Santis y los gentiles
Probablemente muchos de ustedes recuerden
el caso de Santis y el revuelo mediático que causó su historia hace cinco años
atrás, cuando tras desaparecer mientras escalaba una montaña en la zona
central, en el cajón del Maipo, apareció vivo ocho meses después en la
Provincia de Parinacota, inconsciente y semi ciego en un glaciar, a casi cinco
mil metros de altitud.
En
aquella ocasión no pudo dar una explicación coherente acerca de lo que le había
ocurrido. Dijo no recordar nada y se le vio a través de las cámaras de
televisión, titubeante y desconcertado.
Por más
que intentaron los medios de comunicación obtener una entrevista, nunca lo
lograron por la negativa vehemente de Ricardo de Santis.
En aquel
entonces me desempeñaba en un periódico de circulación local, en la ciudad de
Rancagua, donde disponía de un espacio para publicar artículos sobre
religiosidad popular, mitos y leyendas de Chile, por tanto, el caso de Santis
no concitaba mi atención profesional dado que no se enmarcaba en mi área de
trabajo y más bien parecía un caso policial. Se rumoreaba de un secuestro
vinculado con tráfico de drogas, y los periodistas más afiebrados aventuraban
teorías sobre abducción extraterrestre. Ocurrió, sin embargo, que de Santis y
yo teníamos un amigo común, y a través de éste se comunicó conmigo y me expresó
su imperiosa necesidad de que habláramos. Agregó que debía ser de una forma
absolutamente discreta y me hizo prometer que no revelaría a nadie estas
conversaciones previas ni las que vinieran. Esta actitud misteriosa de su parte
despertó mi curiosidad, motivo por el que accedí a sus requerimientos.
Un par
de semanas después nos reunimos en un restaurante de Plaza Italia para
enseguida
emprender
viaje en su 4x4 roja, a la localidad de Malloco. Al poniente de este pueblo,
con dirección sur, discurre un estrecho camino pavimentado denominado El
Guanaco. Lo seguimos por cinco kilómetros hasta arribar a un sector llamado
Casas de los Bajos, y tras recorrer aproximadamente un kilómetro más por un
camino lateral, ingresamos a una de las muchas parcelas de agrado existentes en
el área.
Durante
el trayecto tuve la oportunidad de conocer a de Santis; un tipo de 45 años,
atlético, fácil de palabra y de una amplia cultura, ingeniero eléctrico de
profesión, por tanto, un hombre de ciencias exactas. Aficionado a escalar
montañas desde su juventud. En ningún caso me pareció alguien con algún
desorden mental como algunos medios de prensa sugirieron en su momento. Durante
el viaje pude percibir cierta ansiedad en sus movimientos y en su forma de
conversar. Fumaba nerviosamente y con frecuencia me pedía disculpas por el humo
de sus cigarrillos.
Permanecimos
en su parcela durante todo el fin de semana, y en ese grato entorno natural me
narró su historia. Comenzó por aclararme por qué no dijo nada a la prensa y
arguyó amnesia.
—lo que me
pasó no es creíble. Si contaba la verdad me tomarían por loco y perjudicaría a
mi familia, mi trabajo y también arriesgaría mi vida. Te escogí para contarte
mi historia porque Rubén me habló de tu discreción y lealtad y para que la
verdad se conozca, aunque cueste creerla. La única condición que te impondré es
que podrás publicarla sólo cuando yo ya no esté en este mundo. Las ganancias
económicas que eventualmente genere la publicación serán solo tuyas—
Hace
exactamente dos semanas, el cuerpo de Ricardo de Santis fue encontrado,
nuevamente en una montaña, con claros signos de haber sido asesinado, tras un
extraño ritual.
En un
informe policial —al que tuve acceso gracias a la ayuda de un inspector de la
PDI, con el que fuimos compañeros en la Enseñanza Media— se describe que el
cuerpo fue encontrado por excursionistas al interior del Centro de Esquí La
Parva, en un sector denominado por los andinistas como “Cancha de Carreras”. Es
una gran planicie a los pies de los cerros El Plomo y La Leonera,
aproximadamente a 4000 metros. El texto a continuación es un extracto del reporte
policial:
“…El
occiso se encontraba de espaldas, al interior de una pirca circular de
aproximadamente tres metros de diámetro, con los brazos en cruz y con sendos
discos de piedra clavados a sus manos mediante estiletes de cerámica, mientras
que sus ojos estaban atravesados por largos y afilados estiletes, similares a
los que se hallaban en sus manos. Los discos se describen como elementos de
piedra, tallados con jeroglíficos. Medían veintidós y medio centímetros de
diámetro y dos centímetros de espesor y al centro mostraban una perforación
perfectamente circular de dos centímetros de diámetro. Los estiletes de
cerámica roja, por su parte, medían trece centímetros de largo y su forma era
helicoidal, con un diámetro no superior a medio centímetro y coronados por tres
plumas multicolores cada uno…”
Su
muerte es todavía un misterio sin resolver por parte de la policía, pero yo
creo saber quiénes lo asesinaron y porqué. Antes de su fallecimiento, mantenía
dudas acerca de la veracidad de su historia, sin embargo, su muerte y su relato
cobran ahora, pleno sentido para mí. Como ya se cumplió la trágica condición
que de Santis me impusiera, puedo presentarles su narración.
Disponible
en AMAZON.
Acceder a través del código QR