miércoles, 31 de julio de 2024

 

NARRACIONES DE UN MONTAÑISTA JUBILADO (Fragmento)

 

La increíble historia del ingeniero Ricardo de Santis y los gentiles

 

 

Probablemente muchos de ustedes recuerden el caso de Santis y el revuelo mediático que causó su historia hace cinco años atrás, cuando tras desaparecer mientras escalaba una montaña en la zona central, en el cajón del Maipo, apareció vivo ocho meses después en la Provincia de Parinacota, inconsciente y semi ciego en un glaciar, a casi cinco mil metros de altitud.

En aquella ocasión no pudo dar una explicación coherente acerca de lo que le había ocurrido. Dijo no recordar nada y se le vio a través de las cámaras de televisión, titubeante y desconcertado.

Por más que intentaron los medios de comunicación obtener una entrevista, nunca lo lograron por la negativa vehemente de Ricardo de Santis.

En aquel entonces me desempeñaba en un periódico de circulación local, en la ciudad de Rancagua, donde disponía de un espacio para publicar artículos sobre religiosidad popular, mitos y leyendas de Chile, por tanto, el caso de Santis no concitaba mi atención profesional dado que no se enmarcaba en mi área de trabajo y más bien parecía un caso policial. Se rumoreaba de un secuestro vinculado con tráfico de drogas, y los periodistas más afiebrados aventuraban teorías sobre abducción extraterrestre. Ocurrió, sin embargo, que de Santis y yo teníamos un amigo común, y a través de éste se comunicó conmigo y me expresó su imperiosa necesidad de que habláramos. Agregó que debía ser de una forma absolutamente discreta y me hizo prometer que no revelaría a nadie estas conversaciones previas ni las que vinieran. Esta actitud misteriosa de su parte despertó mi curiosidad, motivo por el que accedí a sus requerimientos.

Un par de semanas después nos reunimos en un restaurante de Plaza Italia para enseguida

emprender viaje en su 4x4 roja, a la localidad de Malloco. Al poniente de este pueblo, con dirección sur, discurre un estrecho camino pavimentado denominado El Guanaco. Lo seguimos por cinco kilómetros hasta arribar a un sector llamado Casas de los Bajos, y tras recorrer aproximadamente un kilómetro más por un camino lateral, ingresamos a una de las muchas parcelas de agrado existentes en el área.

Durante el trayecto tuve la oportunidad de conocer a de Santis; un tipo de 45 años, atlético, fácil de palabra y de una amplia cultura, ingeniero eléctrico de profesión, por tanto, un hombre de ciencias exactas. Aficionado a escalar montañas desde su juventud. En ningún caso me pareció alguien con algún desorden mental como algunos medios de prensa sugirieron en su momento. Durante el viaje pude percibir cierta ansiedad en sus movimientos y en su forma de conversar. Fumaba nerviosamente y con frecuencia me pedía disculpas por el humo de sus cigarrillos.

Permanecimos en su parcela durante todo el fin de semana, y en ese grato entorno natural me narró su historia. Comenzó por aclararme por qué no dijo nada a la prensa y arguyó amnesia.

—lo que me pasó no es creíble. Si contaba la verdad me tomarían por loco y perjudicaría a mi familia, mi trabajo y también arriesgaría mi vida. Te escogí para contarte mi historia porque Rubén me habló de tu discreción y lealtad y para que la verdad se conozca, aunque cueste creerla. La única condición que te impondré es que podrás publicarla sólo cuando yo ya no esté en este mundo. Las ganancias económicas que eventualmente genere la publicación serán solo tuyas—

Hace exactamente dos semanas, el cuerpo de Ricardo de Santis fue encontrado, nuevamente en una montaña, con claros signos de haber sido asesinado, tras un extraño ritual.

En un informe policial —al que tuve acceso gracias a la ayuda de un inspector de la PDI, con el que fuimos compañeros en la Enseñanza Media— se describe que el cuerpo fue encontrado por excursionistas al interior del Centro de Esquí La Parva, en un sector denominado por los andinistas como “Cancha de Carreras”. Es una gran planicie a los pies de los cerros El Plomo y La Leonera, aproximadamente a 4000 metros. El texto a continuación es un extracto del reporte policial:

“…El occiso se encontraba de espaldas, al interior de una pirca circular de aproximadamente tres metros de diámetro, con los brazos en cruz y con sendos discos de piedra clavados a sus manos mediante estiletes de cerámica, mientras que sus ojos estaban atravesados por largos y afilados estiletes, similares a los que se hallaban en sus manos. Los discos se describen como elementos de piedra, tallados con jeroglíficos. Medían veintidós y medio centímetros de diámetro y dos centímetros de espesor y al centro mostraban una perforación perfectamente circular de dos centímetros de diámetro. Los estiletes de cerámica roja, por su parte, medían trece centímetros de largo y su forma era helicoidal, con un diámetro no superior a medio centímetro y coronados por tres plumas multicolores cada uno…”

Su muerte es todavía un misterio sin resolver por parte de la policía, pero yo creo saber quiénes lo asesinaron y porqué. Antes de su fallecimiento, mantenía dudas acerca de la veracidad de su historia, sin embargo, su muerte y su relato cobran ahora, pleno sentido para mí. Como ya se cumplió la trágica condición que de Santis me impusiera, puedo presentarles su narración.

 

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